Las mujeres españolas en la sociedad de León de Nagrando entre 1532-1550
Las
mujeres españolas en la sociedad de León de Nagrando entre 1532-1550
Alba Obando Solano
Historiadora
"No es bien señor Capitán, que
mujeres españolas dexen a sus maridos yendo a la guerra; donde
ellos murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios
entienden que somos tan valientes los españoles que hasta sus mujeres
saben pelear...“
María de Estrada
Muchos historiadores interesados en la época colonial, han escrito sobre diversas temáticas vinculadas a este importante periodo de la historia, pero muy pocos han hablado sobre la temática de género. En la gran variedad de documentos escritos en esta época las mujeres no figuran como sujetos de interés; una mirada superficial a los testimonios de la época podría hacer notar que las mujeres no eran seres de importancia y por lo tanto no era preocupación de la autoridad colonial su educación y menos aún su participación en las esferas de poder.
A pesar de ser una sociedad constituida y ordenada con hábitos, creencias y principios morales aceptados y extendidos a toda Hispanoamérica, las mujeres no quedaron sólo en el cumplimiento de los deberes domésticos. En efecto, la pobreza documental hace creer que no participaron en otras esferas, en primer lugar hay que hacer notar que todas las cédulas eran escritas por escribanos varones, las mujeres no tenían este acceso, lo cual fortalece aún más el argumento que las mujeres pasaron desapercibidas.
La poca instrucción recibida
no significó que tanto españolas como criollas e incluso las mismas
nativas, no tuvieran la oportunidad de recibir conocimientos conforme las
enseñanzas de la época que les abriera la posibilidad de establecer
criterios y habilidades desde donde pudieran aportar
a la sociedad, sobre todo en los aspectos de la fe y el eficiente desempeño en la vida familiar y
social, lo cual las convirtió en sintetizadoras de viejas tradiciones e impulsadoras
de la solución a los problemas de la
vida cotidiana (Gonzalbo:8), papel que efectivamente les brindó la posibilidad
de ayudar a los hombres en el desempeño de sus funciones como expedicionarios,
gobernadores, alcaldes y demás cargos públicos.
El presente
artículo pretende reflexionar e historiar un poco sobre
esas personas ausentes: las mujeres de
León de Nagrando, quienes fueron personajes de importancia en el accionar
de la ciudad, configurando así una sociedad
diseñada por hombres y
mujeres activos y pensantes, interactuando entre sí por los mismos objetivos:
Obtener riquezas y poder.
Hombres y mujeres en la sociedad colonial.
A partir del primer movimiento de mujeres hacia América, empezaron a llegar los expedicionarios acompañados de sus esposas, algunas de ellas con sus damas de compañía. El estudioso Boyd Bowman[1], realizó un estudio de los pasajeros que se dirigieron a las Indias entre 1509 y 1539, llegando a la conclusión que en un lapso de diez años emigraron 308 españolas a tierras americanas, o sea un 5.6% del total de emigrantes que entraron en esos años, con este muestreo y conociendo la insistencia de la corona en la preservación de la familia y la no mezcla de la sangre, es posible que esta presencia se incrementara a lo largo del siglo XVI. Este estudio registra la presencia de unas 5,700 mujeres, cantidad que se pudo haber manejado a lo largo de los siguientes años.
La extracción social de estas mujeres, no se conoce con precisión, pero es posible creer que procedían de diversos grupos, lo cual se puede corroborar en algunos testimonios en estudio del Sur de América. Es también posible que haya venido una considerable cantidad de criadas; Isabel de Bobadilla y Peñalosa, esposa de Pedro Arias Dávila, Gobernador de Nicaragua (1527-1531) trajo consigo muchas damas de compañía y criadas al llegar a Panamá, también hubo esclavas libres y negras que vinieron en los barcos de los conquistadores. Parte de estas mujeres fueron parientes o criadas de los mismos conquistadores y de los religiosos-curas, quienes solían traer a sus familias (madres, hermanas o sobrinas) a tierras americanas.
La Corona Española consciente del crecimiento poblacional y con el interés de no mezclar la sangre con los nativos, puso especial interés en que viajaran mujeres a las nuevas colonias, insistiendo que acompañaran a sus esposos; esto obligó a los conquistadores, ilegalmente casados en las Indias, dejar a sus mujeres y vivir con quienes se habían casado en la Península. Después de 1515, se encuentran casos de hombres que reclaman a sus mujeres para venir a América y hacer vida marital con ellas, en otros casos se encuentran españoles que evitaron que sus mujeres vinieran y así disfrutar de su soltería, de allí que desde los primeros años de la invasión española nacieran los mestizos.
En otro momento, la Corona otorgó licencia para que vinieran mujeres solteras a América, gran parte de ellas provocó escándalos que llegaron a oídos del rey, motivando una cédula firmada por Carlos V con fecha del 23 de mayo 1539, en la que se prohibía el ingreso de mujeres solteras a América y se exigía a las mujeres casadas pasar a las nuevas tierras con sus maridos, si viajaban solas debían mostrar que sus maridos estaban en las Indias y demandaban de ellas para hacer vida marital. En efecto, algunas de ellas alegaron el deseo de reunirse con sus maridos, pero al final no lo hicieron, pues anhelaban su libertad (DHN. T VII, 378, 379, 527).
El
19 de octubre de 1544 el rey extendió un documento real donde obligaba a los
hombres a respetar su vida marital:
“Habiendo reconocido cuanto conviene el servicio de Dios Nuestro Señor buen gobierno y administración de justicia de nuestros vasallos casados o esposados en estos reinos y ausentes en los de las indias, donde viven y pasan apartados mucho tiempo de sus propias mujeres, vuelvan a ellos y asistan en lo que es su obligación… los hagan embarcar y venir a estos reinos sin dispensación… y los hagan luego embarcar en la primera ocasión con todos sus bienes y haciendas a hacer vida con sus mujeres e hijos” (Pumar 1998: 14)
Esto demuestra como a partir de la segunda mitad del siglo XVI, la población española estaba expandiéndose a través de un núcleo familiar formal y además selectivo, ya que era prohibido mantener soltería o en el caso que estuvieran casados, que viajaran sin sus esposas. La realidad de América era tan cuestionada que la Corona vio con preocupación los numerosos casos de bigamia registrados en esta primera mitad del siglo.
Como lo refiere Richard Konetzke: “el matrimonio canónico y formalmente bendecido no parecía imprescindible para muchos miembros del pueblo español, en efecto la autoridad lo exigía como un medio para consolidar la institución familiar, que a su vez parecía ser el soporte adecuado para el mantenimiento de una sociedad jerárquicamente organizada, sin embargo la realidad era distinta” (1946: 221).
Muchos conquistadores se amancebaron con las nativas, pero una vez que se encontraba una española o tuvieran un matrimonio acordado, previamente la abandonaban por el enlace que les brindara mejor status social. Sin embargo, tampoco encontraban fuertes impedimentos para mantener simultáneamente ambas relaciones, no las evitaban del todo; las mismas esposas solían abandonar a sus esposos para “juntarse” con otro hombre, como el caso de Iseo de Santiago, Ana Jiménez, Catalina de Aguilar, Ana de la Cueva; todas ellas mujeres vecinas de León de Nagrando, aparentemente “honestas y honradas” quienes abandonaron a sus esposos para hacer sus propias vidas.
Cuando se ejecutó el juicio contra Rodrigo de Contreras, tercer Gobernador de Nicaragua, parte de las acusaciones atribuidas fueron de este tipo. Según los registros, el Gobernador permitió que algunos de sus allegados cometieran actos de bigamia y de adulterio, sin considerar lo que en cédula real del 19 de octubre de 1544, la Corona pedía.
A pesar que los Obispos Diego Álvarez Osorio y Antonio Valdivieso insistían en el cumplimiento de este mandato, Contreras hacía caso omiso beneficiando así a sus amigos y allegados. El caso de Leonor de Aguilar fue muy particular: Se casó con Alonso de Talavera en la ciudad de León, hicieron vida marital por algunos años, después de un tiempo llegó Quiñones, con quien antes Aguilar había contraído matrimonio, lo cual era del conocimiento de toda la ciudad, el mismo Contreras solía comentarlo públicamente a manera de murmuración e ironía, provocando así discusiones entre ellos. Cuando se descubrió el acto de bigamia de Aguilar, fue a denunciarlo ante Luis de Guevara -Teniente del gobernador, quien le preguntó por qué se había casado con Talavera, sabiendo que ella era casada con Quiñones, ella argumentó que no se había acordado decir que era casada y que en efecto estuvo casada desde antes y que su matrimonio con Alonso de Talavera era nulo; sabiendo esto Talavera salió corriendo de la provincia dejando a “La Aguilar” con su legitimo esposo. Luis de Guevara para complacer a su amigo Quiñones no actuó en contra de Aguilar, quien continuó viviendo en la ciudad como que nada había pasado. Contreras conforme la ley de la época, debió actuar con dureza por tratarse de un caso de bigamia, pero no hizo nada, favoreciendo así a su amigo Quiñones y a su mujer (Tomo IX.678)[2].
Otro caso importante es el del Procurador Gonzalo Cano, “hombre vil y de baja suerte”, quien vino a Nicaragua como comerciante, luego trajo a su mujer Leonor Álvarez de Ferrol cumpliendo las órdenes reales; dicha mujer disfrutó la vida en Nicaragua e hizo lo que quiso con Cano, al extremo de querer envenenarlo y vivir a plenitud un adulterio con Alvar Torres. Cano fue e interpuso la denuncia, no sólo por los actos de Leonor, sino por el asesinato de un nativo criado de Cano, pero al igual que en el caso anterior, Luis de Guevara no acusó a Álvarez. Según los registros la llevaron a la cárcel, pero desde allí se escapaba con Torres, finalmente logró salir huyendo de la ciudad, sin que haya habido acusación alguna en contra de ella (IX: 677).
La administración colonial reservaba para las mujeres un lugar de vasallaje, donde el recogimiento en el hogar, la fidelidad y el decoro eran las virtudes que amparaban la moralidad de una esposa y como uno de los pilares donde se asentaba la sociedad colonial era la familia, los casos de adulterio o bigamia eran de gran escándalo y distaban mucho de la moral de la época, pero en Nicaragua, no se trataron con la rigurosidad de la ley, sino a capricho del gobernador de turno.
El ir y venir de las mujeres de León de Nagrando
En Nicaragua encontramos un movimiento fluido de mujeres con influencia considerable:
- · Doña Isabel de Bobadilla, esposa de Pedrarias Dávila. No existen registros de que haya vivido en Nicaragua, sin embargo su influencia fue determinante en la vida de su esposo, y la Corona le profesó mucho respeto.
- · Doña Ana Estacia Cornejo, esposa del Francisco de Castañeda, Alcalde Mayor de la Ciudad desde 1525, tenía tanto desprecio por los nativos que a una de sus esclavas, la golpeó tanto que casi la mata. (III, 360).
- · Isabel Flores, esposa de Juan Martín de Talavera, carnicero de la ciudad, vivían en la ciudad desde la llegada del Alcalde Castañeda (XVI, 380).
- María, esposa de Alonso Téllez Girón, su segundo matrimonio[3].
- · Leonor de Aguilar, esposa de Quiñones.
- · María de Peñalosa, esposa de Contreras. Fue dueña de una gran
cantidad de encomiendas otorgadas por su esposo, las cuales disfrazó para que no fueran
señaladas por la Corona, ya
que conforme las leyes de 1542, los funcionarios oficiales no podían tener
encomiendas. Peñalosa fue cómplice en muchos actos ordenados por su esposo en
perjuicio de los nativos y los mismos españoles (a) vecinos de León. Peñalosa
en la historia de esa época, representó una importante autoridad que fue de
mucho respeto para los habitantes de León de Nagrando.
- Ana Jiménez, un personaje importante en las primeras décadas del establecimiento de la ciudad, posiblemente de las primeras en venir a esta provincia. Al parecer tuvo un romance con Diego de la Tobilla[4]; en el campo de la moda estableció un paradigma, al servir a españolas y españoles llegados de la península. Su nombre trascenderá por la ubicación de su vivienda y por la disposición de dar acogida a las españolas esposas de los conquistadores que venía a la Provincia con sus expediciones. Fue dueña de una importante encomienda en Chichigalpa.
A estas mujeres también se sumaron otra gran cantidad, como esposas de los gobernadores, alcaldes, regidores, veedores, procuradores, hijas de ellos; por ejemplo las hijas de Contreras, además las madres de los curas: Doña Catalina Alvares Calvete, madre de Valdivieso y ciertas mujeres solteras que se sumaron al núcleo femenino radicado en la provincia.
La pregunta es ¿qué hacían, a qué se dedicaban, qué función traían? o ¿eran sólo amas de casa o las esposas de los nuevos funcionarios?
Un puñado de españolas quizá insignificante en número, ejerció influencia decisiva en la organización de la sociedad colonial, con su participación en la vida socioeconómica y cultural.
Las mujeres organizaron los nuevos hogares, la nueva servidumbre, tomaban decisiones cuando sus esposos se encontraban de viaje, las mujeres casadas cuidaban las encomiendas (las solteras y solteros no tenían acceso a este beneficio), esto les confirió el gran título de encomenderas, donde pudieron mostrar su autoridad y dominio al cobrar los tributos y hacer trabajar a los indios a su gusto y antojo.
Las mujeres asumieron funciones de extraordinaria importancia, unas, fueron fieles a sus esposos a quienes ayudaron a pesar de los precarios sueldos establecidos; otras se sintieron frustradas por el drástico cambio de vida, y otras se dedicaron a la vida extramarital.
Iseo de Santiago, esposa de Mateo de Lezcano aliado y amigo de Contreras, ejerció un importante papel en la Provincia después de la muerte de su esposo. Lezcano falleció en la cárcel de la Fortaleza de León, luego de haber sido apresado por haber cometido el abuso de robarle al Cacique Don Diego (nativo convertido) una importante pieza de oro puro, Santiago, acusó de la muerte de su esposo el gobernador Rodrigo de Contreras. El Juez de residencia Diego de Herrera, escuchó a la mujer y actúo a favor de ella, sin embargo Contreras en sus ínfulas de poder arremetió contra ella acusándola de perjudicar al mismo Herrera por ser huésped en su posada. Santiago, frente a las hostilidades de Contreras logró saber sobrellevar el caso, sobre todo por el apoyo que recibió por parte del juez. Al final, Cerrato, presidente de la Audiencia de Guatemala, actúo a favor de la viuda de Lezcano. Este es un caso importante donde se destaca el papel de la mujer en defensa de sus derechos, frente al dominio masculino en manos del gobernador Contreras.
Santiago fue dueña de una “posada”, los documentos la registran como “la posada de Santiago”, no la posada de Lezcano y según la tasación de 1548 para este año era dueña de la encomienda de Mamey, que tenía una cantidad de 35 indios tributarios y 144 indios en total, con tributos de maíz, mantas blancas y pescado. Esto indica que a pesar de la apropiación que Contreras tenía sobre la provincia, parte de la economía local estaba en manos de las mujeres.
En cuanto a su aportación cultural las mujeres se vieron en la obligación de enseñar el castellano a las indias, principalmente a aquellas que ayudaban en sus casas, lo que constituía una de las tareas más importantes realizadas por ellas. Esta lengua fue enseñada espontáneamente durante sus quehaceres: cocinar, tejer, dar orientaciones, intercambiar sobre los productos que se movían en el mercado, incluso en las murmuraciones del diario vivir o en los mismos actos de violencia y brutalidad con que algunas españolas trataban a las nativas. Además, impusieron los platillos de la península, los que fueron mestizados con los condimentos nativos, formando así la dieta nicaragüense.
Otro elemento importante de aportación es el vestuario; ellas enseñaron a las nativas a usar sus tapados o mantillas y ropa interior que les cubrieran más sus partes íntimas. Algunas nativas se vieron impresionadas por la forma de vestir de las españolas y en más de alguna ocasión las imitaron. Pero a la vez también aceptaron la sencillez y frescura de las telas usadas por las nativas, produciéndose un intercambio que influyó en la forma de vestir de las nicaragüenses a través de la historia.
Aunque sea un poco incómodo aceptarlo -ya que, generalmente se
cree que los españoles y las españolas fueron
un grupo de invasores
despiadados que irrumpieron en las costumbre nativas arrebatando su modo de vida, se debe reconocer
que, aunque en efecto así fue, las mujeres
españolas y nativas fueron quienes establecieron los roles de comportamiento,
hábitos, modas y educación básica en los campos comunes de la sociedad que aún
perviven.
A los hombres se les dejará un espacio de menos intercambio y más imposición en el campo político y reglamentario (legal) que se extenderá históricamente a un pequeño sector, pero que se impondrá sobre la sociedad de la época. En cambio las mujeres serán quienes enseñen nuevas formas de interactuar en la sociedad naciente y es lo que subsiste hasta nuestros días. Pensemos por un momento en la tosquedad de los conquistadores, ellos no se detendrían a pensar en enseñar educación a las nativas y nativos, su afán estaba en las riquezas y el poder, el cual estaba supeditado a la conquista de nuevos territorios; los clérigos por su parte estaban abstraídos en la educación cristiana y un poco de latín para que los nativos pudieran rezar, lo demás estaba en manos de las mujeres.
En conclusión se puede afirmar, que las mujeres en los primeros cincuenta años, después de la conquista de Nicaragua, no ejercieron un poder visible (político por ejemplo) sino más bien “discreto”, “por debajo”, influyendo en sus maridos y sus decisiones. Hay que olvidar la imagen de una mujer inepta, recluida en su hogar, pues se ha descubierto a través de los documentos que hubo más campos de acción en los que ellas también participaron: el comercio, la administración, transmisión de valores y herencias en las alianzas familiares.
Ellas
ejercieron actividades importantes en la sociedad, pero hubo un rol común para todas:
fueron la base de la familia,
lo cual se mantuvo durante
los siglos de la Colonia y sus
raíces han quedado arraigadas en la historia presente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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2. GONZALBO AIZPURU. 1987. Las mujeres en la Nueva España, Educación y vida cotidiana. México.
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5. LAS CASAS, Fray Bartolomé de, 1965. Tratados. Fondo de Cultura Económica. México.
6. LOZOYA, El Marqués de, 1920. Rodrigo de Contreras: Gobernador de Nicaragua. Toledo, España.
7. MOLINA ARGUELLO, Carlos. 2000. Monumental Centroamérica Histórica. Tomos 10. Banco Central de Nicaragua, Managua, Nicaragua.
8. Peter Boyd Bowman, 1985. Vol. III, edit. Jus. México
9. OVIEDO FERNÁNDEZ DE, Gonzalo:
1976.
Nicaragua en los Cronistas de Indias, Tomos I y II, Banco de América. Managua.
10. PÉREZ VALLE,
Eduardo: 1962. "Vida Cotidiana de León Viejo", Revista
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Managua.
— “Anotaciones sobre la primitiva capital de Nicaragua”, en La Prensa Literaria, Managua, 14 de mayo, 1967.
11. PUMAR MARTINEZ, Carmen. Españolas en Indias: Mujeres –soldado, adelantadas y gobernadoras. Ediciones Anaya. Madrid. 1988.
12. PASOS MARCIAC, Ricardo. 2006. El Burdel de las Pedrarias. 8ª Ed. Hispamer, Managua.
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— 2000. Época temprana de León Viejo: una historia de la Primera Capital de Nicaragua. Fondo editorial Instituto Nicaragüense de Cultura
- 2009. Etnohistoria de la Nicaragua temprana: Demografía y Encomiendas de las comunidades indígenas. Lea Grupo Editorial.Managua.
[1] Peter Boyd Bowman (1968): Índice Geográfico de 40,000 pobladores de América (1520-1539), Vol. III, edit. Jus. México; (1985): Índice geográfico de más de 56 mil pobladores de la América Hispánica. I, 1493-1519, F.C.C, México.
[2] Esta es una de las
acusaciones presentadas en el juicio de residencia levantado en
contra de Contreras en 1544.
[3] Algunas mujeres, con el tiempo se volvían a casar y
traspasaban las encomiendas a su nuevo esposo, en los registros se pueden constatar
mujeres casadas hasta por tres veces, algunas de ellas con
un matrimonio en España.
[4] Tobilla, hombre
libidinoso, que vivió con muchas de las mujeres españolas y nativas solteras y
casadas de León de Nagrando. DHN: 242,244.