martes, 5 de noviembre de 2019

ESTRUCTURAS COLONIALES


 Casas

Los estudios históricos demuestras que durante los 86 años de vida de la ciudad hubo en León de Imabite buenas casas de tapia, ladrillo y teja y se destacan ciertos personajes que por su influencia social y política tenían las mejores de la ciudad. En los primeros años estos personajes fueron Francisco de Castañeda, Pedrarias Dávila, Hernando de Soto, Cereceda (al final muere en extrema pobreza), Martín Estete, Pérez de Valer,  Alonso Vivas, Diego  Núñez de Mercado, la posada de Vicente Bajar, Ana Jiménez entre otros.

Después de 1535 otros vecinos se sumaron a la construcción de casas como el gobernador Rodrigo de Contreras (probablemente la mejor casa de la ciudad) Antonio Rodríguez, Pedro de los Ríos, Gonzalo Cano,  Pedro de Campos, Luis de Jaén, Alonso Sillero, Diego Núñez Téllez, Alonso Méndez, Hernán Nieto y Juan de Simancas (Herrero) estos últimos eran vecinos de La Merced. Las primeras casas no fueron construidas de teja, eran de tapia, y el techo de era de paja, es hasta finales de los treinta e inicio de los cuarenta que se implementa el uso de la teja. Actualmente sólo se puede apreciar restos de ciertas casas de importancia y que han sido identificadas gracias a los documentos; existen otras que no están identificas, sin embargo por su área constructiva y por los espacios se evidencia que pertenecieron a personajes relevantes de la historia de la ciudad y por consiguiente de Nicaragua. Asimismo existen otros edificios que no se han podido identificar, pero por sus características y los datos que aún se están estudiando, es posible que uno de ellos sea el hospital local.

Casa de Martín Estete



Ubicada al lado Noreste de la fortaleza fue levantada inicialmente de paja (1527), Posteriormente en el año 1532, al igual que la casa de Hernando de Soto, se construye de tapia, con el objetivo de protegerse de los constantes incendios.  Su Propietario fue acompañante de Hernández de Córdoba en el proceso de conquista, fue guardián de la fortaleza y fue procurador de Pedrarias y de Diego López de Salcedo.  

Estete fue Capitán de Pedrarias y su muy fiel servidor.  Este vecino leonés fue uno de los más crueles en el trato a los indios: cuando hacía las “entradas” para engrosar las filas de sus expediciones con indios capturados, mandaba a acuchillar  aquellos que se resistían  y encadenar  a los que podían  escapar, en cierta ocasión  ordenó a uno de sus subalternos  decapitar a un indígena  desfallecido, para no tomarse la molestia de abrir el collar de hierro  que lo sujetaba a la larga cadena donde venían unidos los otros desdichados compañeros. Como era el favorito del gobernador se le había confiado el hierro  para marcar esclavos.

En 1530, Pedrarias Dávila envió a Martín Estete para adueñarse de San Salvador. Llegó a San Salvador en donde intentó que se lo nombrara Capitán General, al negarse los pobladores se fue de San Salvador y fundó la Ciudad de los Caballeros actual San Martín de Perulapán.

También fue enviado el capitán Diego de Rojas para investigar sobre está invasión y fue hecho prisionero.

Posteriormente el juez de residencia Francisco de Orduña lo persiguió hasta Gelepa o Moncagua, exigió que liberaran al capitán Diego de Rojas y que abandonara la provincia de Cuzcatlán.

Martín Estete regresó a León de Imabite a continuar sus conquistas.

Casa de Hernando de Soto y Hernán Ponce de León:


Fue construida desde la fundación de la ciudad, Hernando de Soto vino en la expedición de Hernández de Córdoba, y fue de los primeros vecinos, después llega su amigo Hernán Ponce de León con el que comparte su Casa.

Inicialmente se construye de Cañería y Paja, posteriormente  por la afectación de los incendios es construida de tapia y posiblemente de techo de teja, estaba ubicada en el extremo norte de la Catedral, cerca de las casas del veedor Pérez de Valer y el provisor Br. Pedro Bravo, posteriormente no se sabe a quien perteneció, posiblemente a Alonso de Cervigón o a algún amigo o pariente cercano de Contreras.

Este importante personaje de la historia de Nicaragua, nació en Villanueva de Barcarrota, y jugó un papel fundamental en la conquista sobre todo en el período de Diego López de Salcedo. Hizo una sociedad con Francisco de Compañón y Hernán Ponce de León. Al morir Compañón en Nicaragua, en difícil  situación de Pobreza, Soto se marchó con su otro socio al Perú, allí disfrutó de los grandes tesoros de Atahualpa.

De Soto es uno de los conquistadores más visto en la conquista del Perú, y en la toma de la capital del Cuzco.

En 1536, volvió a España con 18.000 onzas de oro que representaba su parte del botín después de la victoria de los españoles sobre los Incas. Residió en Sevilla donde se hizo construir una inmensa residencia. En 1537 se casó con Isabel de Bobadilla, la hija de su maestro, Pedrarias Dávila.

Luego vino a las indias a asumir la gobernación de Cuba, desde donde organizó la expedición que le da como resultado el descubrimiento de la Florida.

Murió en 1549 a los 42 años de edad (Meléndez. 55)

Casa de Ana Jiménez



Situada al sur este de la  catedral, ocupa un área aproximada de 468 mts esta formada por cuatro pilares rectangulares con entrada al Este y al Oeste. Fue construida en los primeros diez años del establecimiento de la ciudad. Las paredes fueron construidas con sistema tapial. Posiblemente perteneció a Ana Jiménez, según los datos se registra como una casa esquinera en la Plaza pública, su dueña Ana Jiménez un personaje que se menciona mucho en los documentos. Estuvo casada con Juan Vásquez de Ávila y su casa fue una pequeña posada, donde se hospedaban mujeres “honestas y honradas”, según  el tomo X de Documentos para historia de Nicaragua, la casa de Ana Jiménez era una especie de refugio para otras mujeres que estaban solas o en situaciones difíciles o bien sus esposos las hospedadas allí al pasar por la ciudad  e ir de exploraciones o a la conquista de nuevos territorios. Es interesante uno de los datos, donde refiere que Luis de Guevara, teniente del gobernador,  fue a dejar a su esposa Catalina Rivadeneira o Catalina de Aguilar, a esta casa, al parecer esta mujer había sido amenazada por su segundo esposo y por huir de él es protegida por Ana Jiménez. ¿Qué tanta influencia tenía Ana Jiménez?.

Casa de Alonso Sillero

Desde que se descubrieron las ruinas en 1967, se ha dicho que la estructura ubicada al sur de la Casa de Fundición, que ocupa un área de 340 mts² perteneció a Alonso Sillero, sin embargo esta información la hemos podido verificar en documentos de la época, encontrando una declaración del mismo Sillero en la que expresa que él se encontraba en su casa, frente a la calle real cuando sucedieron ciertos acontecimientos, de los cuales el pudo ser testigo:

 "estava enfrente de su casa ques enfrente de la casa de Gonzalo Cano pared y medio del monasterio de Nuestra Señora de la Merced"[1].

Anteriormente a esta declaración testifica Bartolomé Rodríguez, quien era huésped en la Casa de Sillero y según la descripción de los hechos, hace clara referencia a esta ubicación:

"estava acostado en la casa de Juan Alonso Sillero vecino desta cibdad donde posaba ... e oyó ruido en la calle como que iban corriendo y (el testigo) se levantó e se asentó  por entre la puerta del dicho Juan Alonso ques delante...(de la casa de Cano y de la calle de la Merced)"[2]

A leer toda la narración de los hechos contados por dichos vecinos,  se corrobora que Bartolomé y el mismo Sillero tuvieron que haber estado enfrente de la calle la Merced, en la puerta de la Casa de este último para poder visualizar todos los acontecimientos. Con esta información se llega a la conclusión que la Casa de Alonso Sillero construida en los años 1534- 1535, estaba contiguo a la Iglesia la Merced, de la cual actualmente puede apreciarse una parte de sus muros. Es posible que en otro momento haya pertenecido a Diego Núñez de Mercado, tenedor de los bienes de Isabel de Bobadilla, esposa de Pedrarias o sea parte de la misma casa de Hernán Nieto.


Casa de Gonzalo Cano



Construida al Oeste de la Iglesia la Merced  en la calle Real, fue vecino de Alonso Sillero, ambos tenían puertas de frente a la calle la Merced.  Junto a su casa había una pequeña *calle angosta* que comunicaba al Oeste de la ciudad. Mide 50 X 50 varas que era el tamaño es­tándar para un solar de una persona de gran importancia en León. Efectivamente fue una Majestuosa casa que fue creciendo en los años 1535-1550. Su dueño muy amigo del Gobernador Rodrigo de Contreras de quien fuera Mayordomo y procurador, tenía en esta época más de 40 años y no sabía escribir.

En este edificio se puede apreciar el piso dispuesto en forma llamada “espina de pez”, los ladrillos están ubicados de forma que al unirlos simulan un esqueleto de pez. Según los testimonios, este piso sólo lo poseían en la provincia el gobernador Rodrigo de Contreras y Gonzalo Cano, es posible que otras casas como las de Pedro de los Ríos también hayan disfrutado de esta comodidad. Por otro lado la casa de Gonzalo Cano tenía un sistema de desagüe no observado en ningún otro edificio, lo que revela que Cano era un hombre muy pudiente, esto, incluso, se respalda con el hecho que la casa tenía cierta influencia de estilo árabe, sobre todo en la ubicación de la caballeriza y los patios internos.

“... por la ubicación y forma de su casa se deduce fue un hombre pro­minente en la sociedad de León Viejo.
Gonzalo Cano fue famoso por la infidelidad de su mujer, -era casado con Leonor Álvarez- quien fue encontrada en flagrante delito con Álvaro Torres, su amante. Cano insistió en que ella fuera encarcelada; ella fue detenida pero Pedro de los Ríos, actuando como gobernador en ausencia del gobernador Rodrigo de Contreras, la dejó libre, a pesar de las pruebas contundentes en su contra. Ríos dijo que puesto que Cano no pidió que ella regresara con él, y que en cierta forma toleraba su adulterio, por tanto no había acto ilícito. En la residencia hecha por el Oydor Diego de Herrera en 1544, de los siete cargos en contra de Ríos, se anotó que uno de ellos, el número seis consignaba que Ríos ignoraba la ley de adulterio al de­jar a Leonor Álvarez salir de la cárcel sin enjuiciarla” [3]




[1] Op. Cit. Tomo X. Pág.379.
[2] Op. Cit. Tomo X. Pág.377
[3] Dr. Pat Werner. León Viejo y sus secretos. Ponencia Simposio L Viejo en la Memoria, León 2008.




ESTRUCTURAS COLONIALES

Iglesia y convento Nuestra Señora de la Merced



El templo mercedario fue construido bajo las órdenes de Fray Francisco de Bobadilla, este se levantó de paja y cañería, luego en 1530 se construyó de tapia por temor a los constantes incendios, el primero se había quemado completamente al igual que gran parte de casas del pueblo que eran de paja. Fue uno de principales edificios al servicio de la Corona  cuyo objetivo constructivo era atender la necesidad espiritual de los colonos, fortalecer su fe y hacer extensiva la evangelización de forma que llegase hasta los in conversos indios.

Fue reedificado en 1539 de piedra ladrillo y teja, Fray Diego de Alcaraz fue  el comendador, y principal ejecutor de este edificio. Estuvo en el cargo por 13 años y muchos méritos recibidos por los mercedarios se hicieron gracias a su  honradez y buena conducta.   

En 1542, era de tres naves con arco de ladrillos, Tenía buenos ornamentos, gracia a los esfuerzos de los padres Mercedarios. Tenía las pilastras las arcadas y las esquinas de ladrillos y las paredes eran de tapia.  Diariamente se rezaban tres misas y los sábados y Domingos o fiestas especiales se hacían misas cantadas con órganos.

Este templo guardó durante 474 años los restos óseos de importantes figuras política de la ciudad como Francisco Hernández de Córdoba, "degollado" en 1526 y enterrado por el pueblo "honradamente" en la capilla del mismo, Además se encontraron los restos de Pedrarias Dávila, quien muriera de "vejez y pasiones" en 1531, fue enterrado en este templo con todos los méritos de un hombre enviado por la corona.[1] Los restos de estas importantes figuras fueron encontrados por arqueólogos del Instituto Nicaragüense de Cultura en Mayo del año 2000.

En la actualidad este templo recibe el segundo domingo de noviembre la imagen de Nuestra Señora de la Merced, que es traída en peregrinación desde la ciudad de León, conmemorando así el patronazgo de la ciudad desde su fundación. 

2.  Monasterios:

Como se decía anteriormente las órdenes religiosas instauradas en la ciudad de León fueron tres. Los  frailes  construyeron sus monasterios con materiales poco duraderos de forma que la vida de los mismos fue de corta duración, por otro lado la situación hostil en la provincia hizo que abandonaran sus centros religiosos. Al final de la ciudad únicamente existía el monasterio de la Merced que será del cual nos ocuparemos en este caso, del convento Franciscano y dominico, hasta hoy, no existe evidencia física, a menos visible, en esta vieja ciudad.

Monasterio:



Fundado en 1528 por Fray Francisco de Bobadilla, junto a  otros cuatro religiosos entre ellos estaban Fray Alonso Dominó y Fray Sebastián de Betanzos. El Padre Bobadilla fue nombrado provisor eclesiástico del instaurado convento y por ello tenía mucho que ver en la situación religiosa y social relacionada con los indios en los primeros años de la conquista.  Inicialmente fue levantado de paja y por la debilidad de este material, éste (primer) convento se quemó. Fue reedificado con materiales más firmes y  duraderos (tejas, ladrillo), el responsable de la construcción fue Fray Diego de Alcaraz, quien fuera el comendador del convento por espacio de 13 años. Aun  con todo el esfuerzo del Padre Alcaraz el convento no logró concluirse, es hasta 1539 que Fray Sebastián de Betanzos que se encontraba en España solicita la aprobación de trasladar a la Provincia de León dos esclavos negros un albañil y un carpintero para la
Conclusión de la obra, después de este año se terminan las construcciones del templo y el Monasterio de la Merced.

Este monasterio tenía indios encomenderos, Pedrarias Dávila, le había dado por encomienda a los indios de Mabitia y Mabite, a los que se les agregó el pueblo de Nagarote por aprobación del Lic. Castañeda.

Durante los primeros años de la conquista este edificio al igual que la Iglesia de la Merced fueron las primeras estructuras al servicio de la corona.

Este monasterio fue testigo mudo de diferentes actos violentos ocurridos en la ciudad, principalmente entre 1543 y 1544.

Los estudios arqueológicos realizados en este edificio, evidencian la presencia de entierros, lo que indica que los españoles estaban enterrando a sus deudos en sitios sagrados.

En Cedula 9 de abril  de 1557, firmada por la reina se anima a los religiosos, provinciales, priostes y guardianes de las órdenes  y a todos los encargados de la salvación de las almas  a seguir en la construcción de monasterios  y se advierte  que no se hagan los monasterios  cerca, sino en otro lugar “distancia de leguas” lo cual era conveniente para que el adoctrinamiento  se pudiera repartir más cómodamente  para todos los naturales  y para los otros actos y oficios

  “...que se haga monasterio  en la tierra en los lugares  que conviene  y que haya no más falta de doctrina”[2]

Esto motivó a mejorar el convento mercedario que había pasado por situaciones dolorosas, además impulsó a  las otras órdenes a enviar frailes a Nicaragua, sin embargo no pudieron levantase debido a la pesada situación de pobreza y abandono que se vivía en la zona.


[1] DHN, Tomo III, 69.
[1] AGG. Leg. 4575. Pág. 101-102
[2]  AGG.  Legajo 4575.Pág.5

ESTRUCTURAS COLONIALES

Catedral Santa María de la Gracia


Según las disposiciones de Felipe II "Para el templo, Iglesia Mayor, Parroquia y monasterio" la  ubicación debía hacerse después de las plazas y calles,  y no se debía construir ningún otro sino el perteneciente al mismo propósito, de manera que este edificio por tratarse de la Iglesia Mayor se ubicó frente a la Plaza, en un área de regulares proporciones.

Fue edificada provisionalmente por Hernández de Córdoba en 1525, quien la construyó de caña y paja y bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad. En este mismo año Pedrarias Dávila informó al rey de la fundación de la ciudad donde le escribe:

“Hizose el mejor templo en ella que en estas partes se ha hecho...El capitán Francisco Hernández de Córdoba hizo hazer la yglesia, señaló a los alcaldes y regidores por asyento el vanco de la parte del evangelio que esta junto adonde se asienta el señor gobernador y el tesorero y que allí asentaron siempre"[CS Tomo 1].

Para 1530 completó su edificación el gobernador Pedrarias, quien durante este año contó con muchos vecinos que participaron en su construcción. Como eran frecuentes los incendios el gobernador se propuso levantarla de tapia, en ello participó

 “Castañeda, quien la proveyó de indios  para su obra...el tesorero Diego de la Tovilla e otros ciertos vecinos, unos contribuyan  con madera e otros paja otros con hacer las tapias y desta manera se hizo la dicha yglesia"[2]...

Según los documentos los vecinos estaban preocupados por los incendios, pues en cédula escrita en 1530, el rey orienta al gobernador y a los clérigos el cuidado de los archivos documentales de la ciudad, tales como informe de bautizos, matrimonios, evangelización, etc. los cuales se estaban perdiendo producto de los frecuentes incendios suscitados desde antes de este año.[3]

Después de esta fecha, también aparecen otros nombres como principales participantes en la construcción de la iglesia, entre ellos Álvaro de Zamora, carpintero, quien hizo el púlpito; Juan Meco quien construyó la tapia de la  Iglesia y además apoyó el trabajo de carpintería, y Alonso Lerencia quien vendió la madera para la capilla, las puertas del perdón y el púlpito  de la iglesia.

En 1534 se erige bajo la advocación de "Santa María de las Gracias" por el Papa Pablo III. En 1537, por órdenes de la reina se le construyen pequeñas áreas llamadas doctrineras,  con el objetivo de evangelizar a los hijos de los caciques.

Su conjunto estaba constituido por tres naves, Coro, campanario, torre, púlpito,  ábside ochavado, pilastra, altar mayor con cielo raso y fachada de ladrillo.  La parte de atrás la constituía un área pequeña que formaba el complejo habitacional del Obispo.

En la carta de 1544, el Obispo Fray Antonio de Valdivieso al llegar a la Diócesis, escribe un informe donde expresa:

la yglesia esta muy pobre y por edificar que aun misales para dezir misa no ay en ellas por que desto se tiene menos cuidado en estas partes que de otra ninguna cosa... la intención que es no venir por Dios sino por sus intereses..."[4]

y expresa las grandes necesidades de la misma y la define como “una pobre ermita” y que lo único que poseía eran los viejos misales traídos por el Obispo Mendavía, su antecesor.

Valdivieso en su afán de traer el evangelio a los sufridos nativos y hacer una tierra santa al servicio de Dios y la Iglesia, escribió muchas veces al rey pidiendo apoyo para construir el templo y expuso el rechazó del gobernador en las cosas religiosas: "...

y no los forçasen a obedecer a Dios y a su rey como realmente no le obedeçen sino vea vuestra alteza que cumplen de quanto se manda sino es algo que por ventura les esta a bien... pero aca tiene se en tan poco la yglesia que aun no la tiene  por capaz de injuria y se afrentan de reconocer en ella superioridad..."[5]

En 1545 el padre informa que la iglesia continuaba pobre mientras Contreras ya había edificado su casa con muchos cuartos y Pedro de los Ríos el tesorero, que jamás entregó los diezmos y que había venido pobre a estas provincias ya tenía navíos y  se había construido una majestuosa casa cerca de la de su Suegro.

Este mismo años muere el tesorero Pedro de los Ríos y el Obispo pidió se le restituyera el dinero para la construcción de la Iglesia que Ríos nunca había entregado,

“tenía a su cargo tres mill ochocientos y sesenta y tantos pesos de oro de los diezmos de la yglesia... por virtud de una provisión...”

y que eran necesarios para la iglesia que se encontraba en una situación precaria.
  
Según los informes de la época la catedral se construyó en tres momentos que abarcó las tres etapas constructivas: La primera etapa  por Francisco Hernández de Córdoba de 1524 -1526, construida con techo de paja y paredes de madera y caña. Una segunda etapa con Pedrarias Dávila  y Francisco de Castañeda, 1526 - 1531, construida  con paredes de tapia, capilla de Madera y techo aún de paja. Y la etapa constructiva final que corresponde al período de Rodrigo de Contreras entre 1536 y 1550 y fue responsabilidad del Obispo Fray Antonio de Valdivieso, quien se esforzó por hacer un templo digno haciendo uso de la teja y el ladrillo de barro.  
    
La construcción de este templo principal  se finalizó en 1553. Al parecer el resto de fondos asignados, para concluirla fueron pasados por el provisor Martín Hernández de Herrera a otros proyectos en el Perú.



[1] Op. Cit  Tomo I Pág. 129
[2] Op. Cit. Tomo IV. Pág. 304
[3]AGG. Leg. 4622,  pág. 155. En este mismo legajo, se encuentra la Bula de su Santidad Pablo III, donde da la concesión para la erección de la Iglesia Catedral de León.

[4] Op. Cit. Tomo IX Pág. 129.  
[5] Op. Cit. Tomo XII pag. 425

CUENTO: "INOCENTE"




Cuento

 

INOCENTE

 

Autor: Yasser Rafael Palacios Pérez

GANADOR DEL “I CONCURSO DE CUENTO DE LA PRIMITIVA CIUDAD DE LEÓN DE NAGRANDO – 2015”

 


Sitio Ruinas de León Viejo
Patrimonio Cultural de la Humanidad
Instituto Nicaragüense de Cultura

2017





Créditos






Coordinación
Instituto Nicaragüense de Cultura

Texto Original
Yasser Rafael Palacios Pérez

Edición
Auxiliadora Pérez G.
Alba Obando S.

Ilustraciones

Diseño e impresión:



Cuento:

INOCENTE

Autor: Jasser Rafael Palacios Pérez
GANADOR DEL “I CONCURSO DE CUENTO DE LA PRIMITIVA CIUDAD DE LEON DE NAGRANDO – 2015”


Sitio Ruinas de León Viejo
Patrimonio Cultural de la Humanidad
Instituto Nicaragüense de Cultura

2017




En aquel momento no estaba seguro de que sucedía en la plaza; solo sabía que el collar que estaba entorno a su cuello era molesto, que tenía hambre, sed, sueño y que quería regresar a su barraca para poder dormir mientras los patrones asistían a aquel evento, pero nadie le dejaba moverse, había sido obligado a ir. No se fijó en muchas cosas, no miró los bellos vestidos que adornaban a las españolas ni los finos trajes de los patrones, estaba viendo a la jovencita hija de su dueño, tenía el cabello chocolate y una piel blanca como la leche, sus labios sonrosados y una mirada encantadora, la niña que probablemente tenía diez años, cinco mayor que él; se escondía detrás de su madre.
Escuchó voces murmurar proviniendo de los señores y señoras, todos estaban escandalizados por lo que sucedería, pero… ¿Qué iba a suceder? Hasen no estaba enterado de la situación, quería hacer pis. Pudo captar un nombre resonar entre todos los habitantes “Francisco Hernández de Córdoba” levanó la mirada del suelo para observar la tarima montada en el centro de la plaza, un hombre de tez pálida iba subiendo siendo arrastrado por un guardia y el verdugo estaba esperando al borde de un tronco con un hacha en mano. Hasen abrió sus labios en sorpresa, cuestionándose porque aquel reconocido hombre estaba ahí.
No tardó demasiado tiempo en averiguarlo; Francisco Hernández de Córdoba fue siendo obligado a inclinarse hasta quedar en una extraña posición, de rodillas apoyado contra el tronco. El niño de piel canela se apartó de su gente avanzando en busca de una visión más clara, sin proponérselo acabó a una corta distancia del conquistador y el verdugo, captando la mirada del sentenciado a muerte. Había miedo en la mirada de Francisco, había dolor y rabia, todo eso pudo ser percibido por el niño y antes de poder parpadear el hacha cortó el aire estrellando su filo contra el cuello del colonialista; ¡La cabeza rodó por la madera de la tarima y la sangre empezó a manar! El pequeño gritó retrocediendo hasta caer al suelo y siguió retrocediendo, arrastrándose mientras el verdugo sujetaba la cabeza de Hernández de Córdoba ante la mirada de la población.
Isabel se despertó con los gritos y maldiciones que llegaban hasta la ventana de su recamara, sabía bien que estaba pasando, así que se incorporó lo más rápido que pudo para ir directo a la ventana. Pudo verlo desde lejos, el capataz estaba azotando a un pobre muchacho con tanta furia que parecía que el niño había cometido un crimen aterrador. Pero ella conocía a Hasen tan bien como la palma de su mano, era noble… era bueno, no le haría daño ni a una mosca, ¿Por qué razón ahora era azotado? Su corazón se oprimió ante la imagen del chico, solo tenía quince años y había pasado por tantas cosas, era huérfano, trabajaba de sol a sol todos los días, ella se sentía impotente al escucharlo hablar con sus dioses en busca de la muerte, en busca de libertad. Quería ser libre… ella no podía darle la libertad. Con el corazón rompiéndose se alejó de la ventana cruzando la puerta de su habitación para continuar el camino de descenso hacia la cocina.
    ¿Qué ha hecho ahora el pobre Hasen querida Yatzil? — su nombre ahora era María, pero a Isabel le agradaba su nombre, el nombre que los padres de la anciana indígena le habían colocado.
    Ha robado una hogaza de pan niña — respondió la mujer, Yatzil fue de las primeras en aprender con éxito la lengua castellana, fue bautizada a la fuerza como muchos de los suyos y perdió todo en las batallas, ahora era su cocinera… odiaba que su padre le obligara a usar ese collar entorno al cuello. Yatzil no iba a escapar, era una anciana que apenas y se movía bien — El capataz se ha enfurruñado con él y le ha dictado cincuenta esta vez.
    ¿Y padre?
    El señor salió por la mañana — murmuro la anciana, guardando su opinión sobre lo que haría el padre de la niña si estuviera presente, probablemente sería peor que la decisión del capataz. Isabel también estaba consciente de eso.
 Hasen se removía de dolor en el suelo, con la espalda bañada en sangre y lágrimas en los ojos. Trató de ser fuerte, cada día se repetía que debía ser fuerte pero esta vez no pudo contener los gritos, el señor López le golpeó sin piedad. Cerró los ojos, pudiendo encontrarse de nuevo con la mirada de Hernández de Córdoba, encontrándose con su cabeza rodando mientras la sangre bañaba la plaza, aquello le hizo estremecerse. El castigo que él recibía era peor… pero no quería morir. Quería ser libre.
Unos pasos silenciosos le hicieron alertarse, la última vez… López no sólo le golpeó, le humilló de una y mil maneras y temía que el hombre no hubiera acabado con su castigo, su corazón se aceleró temeroso de otra reprimenda pero pudo sentir un líquido recorrer la espalda, quemando lentamente su piel, mordió con fuerza su propio inferior hasta que sintió el tacto de la tela limpiando sus heridas. Ladeó el rostro y justo ahí, pudo verla inclinándose sobre su sucio cuerpo, la señorita Isabel dejaba una canasta sobre el suelo tratando con afecto las heridas de Hasen.
    ¿Cuándo aprenderás mi querido amigo? — preguntó, con una voz suave, agradable, tan diferente de la señora que poseía una voz áspera.
    Tal vez cuando sea libre, señorita — replicó el muchacho con voz cansina.
    No quiero que te maten mi amigo.
    Su padre no me extrañaría señorita.
    Yo si — contestó la muchacha, cubriendo las heridas del chico con vendas improvisadas — Y deja de llamarme señorita, soy Isabel.
    Y yo soy su esclavo.
    Eres mi amigo.
    No quiero desquitar mi enojo con usted señorita, pero a sus amigos no los tratan como a mí — al ver los ojos de Isabel, supo que hizo mal en pronunciar aquello, se arrepintió de inmediato pero ella le interrumpió.
    Lo siento Hasen — murmuró, con pesar en la voz — Sabes que no puedo hacer mucho.
    Señorita…
    Solo puedo tratar de cuidarte, me lo pones difícil.
Ambos sonrieron, sólo un poco antes de que ella tuviera que marcharse, dejando un poco de pan con mantequilla para el chico quien lo devoró como si no hubiera mañana y es que, probablemente sería su única comida durante días.
Durante diez años la cabeza del fundador estuvo alumbrando la calle comercial de la ciudad de León de Nagrando, recordando que nadie estaba exento de un castigo, y menos los esclavos. La luz que se proyectaba desde el interior del cráneo más que reconfortante resultaba perturbadora, era como una señal de muerte, como una señal de tragedia; Isabel se aferraba al brazo de su madre cada vez que pasaban por aquella calle, aquel día no fue la excepción.
    Todo estará listo en unos días mi querida hija — la áspera voz de la señora Peralta provocaba que Hasen quisiera taparse los oídos para no volver a escucharla.
    ¿Tengo que hacerlo? — la voz tímida de la señorita apenas y llegaba a sus oídos, el joven suspiró pesadamente observando las cajas que estaba cargando, habían ido a la costurera, a la tienda de telas, a comprar frutas y flores. Habría una gran fiesta en casa dentro de poco tiempo.
    Es el mejor partido que podrás conseguir mi niña.
    ¿Sólo por ser el hijo del gobernador? — cuestionó la muchacha con un tono un tanto más retador — ¿Y qué pasa si amo al panadero?
    Tu padre mataría al panadero.
Era una pregunta retórica, pero bastó para que el tema fuera zanjado por ambas partes. ¿El señor mataría a quien amara a su hija y no fuera digno de ella? ¿Entonces él podría morir si confesaba su amor? ¿Qué era una boda? Oh si, el sacerdote se los explicó una vez, cuando dos personas se unen en sagrado matrimonio, como dirían los suyos: Cuando dos personas deciden estar juntos y tener hijos. Él no quería que Isabel se casara con el señorito hijo del gobernador, nadie merecía a aquel ángel.
Catorce días después la ceremonia fue realizada en la Catedral de Santa María de la Gracia, un acontecimiento que puso a temblar a toda la ciudad, una enorme fiesta de la cual el joven Hasel y los demás esclavos no fueron parte, excepto por aquellos que fueron movilizados para ser trabajadores, como la vieja cocinera.
Yatzil lloró durante la boda, no porque la niña se casara, sino porque el hijo del gobernador era conocido como un hombre cruel y mujeriego, ¿En qué manos fue a parar la pobre joven? Se cuestionaba la anciana mientras servía sopa en diferentes platos de porcelana artesanal.
La niña no volvió a la casa de sus padres durante al menos un mes, durante el cual Hasel se vio desamparado ante las crueldades de López, la indiferencia del patrón y el odio que la señora le tenía. Esta vez no había nadie que lo cuidara, ni siquiera la pobre Yatzil podía hacer algo para protegerlo después de lo que sucedía.
Probablemente el problema del muchacho  era que nunca podía contener su boca y se metía en problemas con facilidad. Así era él, el pequeño Hasel, uno de los esclavos más jóvenes, se metía en problemas por tratar de ayudar a los suyos y nadie más hacia lo mismo por él, pero no importaba, el no buscaba retribución.
Una noche fría de diciembre el sonido de un carruaje anunció la llegada de la niña de la casa, la familia se llenó de alegría al recibir a la señorita… no, a la señora Isabel de Gonzales junto a su marido, Paolo Gonzales Toledo, el orgulloso hijo del Gobernador; pero había algo diferente en la joven Isabel, algo que no sólo Hasel pudo notar de lejos, sino todo el que la conocía bien: Aquel brillo en su mirada ya no estaba presente, apenas sonreía y con dificultad conversaba.
Mientras el frío calaba sus huesos, el joven esclavo se cuestionaba sobre la situación de su amada, era triste saber que no era feliz, tener consciencia de que él deseaba hacerla feliz pero él no podía debido a su desafortunada situación. Sus ojos comenzaban a cerrarse al igual que sus brazos entorno a su abdomen, incluso los sentía ya dormidos, otra noche castigado sin cena en la celda más oscura y alejada de los demás esclavos, fue en ese momento que la tenue luz de una vela le brindó un poco de calor y al levantar la mirada se encontró con su ángel de cabello chocolate.
    ¿Ahora qué hiciste mí querido amigo? — preguntó la joven empujando la puerta para introducirse en la celda, llevaba una pequeña canasta y frente al esclavo, agitó la llave que abría la cerradura— López está ocupado comiendo, no se ha dado cuenta.
    Se meterá en problemas señori… señora.
    No me importa si puedo ayudarte — respondió la dulce Isabel inclinándose para dejar la canasta en el suelo y apoyar la vela en un sitio seguro, sacando algo de pan y pollo frito lo cual extendió al muchacho— Come, Yatzil me ha dicho que te castigaron sin comer durante casi dos semanas.
    Sólo trate de evitar que el capataz azotará al niño que su padre ha comprado — murmuró el joven, sujetando el pollo para morderlo con fiereza, casi atragantándose con la carne.
    Nunca aprendes, ¿Cierto? — Isabel dibujó una sonrisa en sus labios cereza.
    No creo que vaya a aprender algún día — confesó el muchacho mordiendo de nuevo el pollo— ¿Por qué ya no sonríe señorita? ¿Por qué no hay luz en sus ojos?
Hubo un lapso de silencio donde Isabel fue bajando la mirada hacia sus manos, un pequeño destello se hizo visible ante la luz de las velas, Hasel no tardó en reconocerlo… eran lágrimas que iban corriendo por las mejillas de la muchacha. Tímidamente se acercó para tomarle la mano.
    A veces las personas se encargan de apagar tu luz y dejarte en la penumbra — comentó el joven en voz baja— Pero el sol siempre sale al día siguiente, Isabel — era la primera vez que le llamaba por su nombre y eso hizo que ella sonriera— Sólo debe creer que todo mejorará.
La puerta de la celda se abrió de golpe, provocando que los dos jóvenes se exaltaran, el rostro de Isabel se desfiguró en horror puro cuando la figura de su marido cruzó el umbral arrancando la comida de las manos del esclavo y sacando casi arrastrada a su esposa. Hasel no pudo defenderla debido a que recibió una patada en el abdomen y sólo pudo escuchar el forcejeo mientras la celda se cerraba.
Al día siguiente López abrió la cerradura y le dejó en libertad con la sentencia de que sería la última vez, a la próxima él mismo le asesinaría. Avanzando entre los pasillos de la casa, llevando las cajas con las verduras para la cocina, escuchó un grito provenir desde el segundo piso, una voz que para él era conocida, dejó las cosas en el suelo y corrió a grandes zancadas hasta cruzar el pasillo.
Empujó la puerta de la habitación de Isabel, encontrándose con una escena que le partió el corazón; la joven Isabel estaba tendida sobre el suelo con una navaja clavada en su vientre, pensó en gritar, en pedir ayuda pero lo único que pudo hacer fue lanzarse sobre el cuerpo de la joven y sujetarla entre sus brazos.
    Señora — masculló con la voz cortada, Isabel tenía moretones en el rostro, el labio roto y el ojo derecho de color purpura, sus dos manos estaban en el abdomen y fue en ese momento que Hasel comprendió. — Permítame — susurró, retirando con cuidado el artefacto mientras hacía presión en la herida intentando detener la hemorragia.
    Querido amigo, creo que esta es la última vez que nos vemos.
    No diga eso señora, iré por ayuda.
    Quédate por favor — sollozó la joven cerrando sus ojos. Él no deseaba verla partir, no deseaba ver al dios de la muerte ir por aquella criatura que durante mucho tiempo fue la única que cuido de él.
    Señora…
Ya no hubo respuesta. Isabel había muerto, llevándose una parte de él con ella.
Con el corazón hecho pedazos se inclinó dejando que su boca acariciara los labios fríos de la joven, estrechándola con fuerza entre sus brazos como si de aquella manera iba a hacerla regresar, la sangre ya estaba cubriendo el suelo y todo el cuerpo del muchacho.
Ni siquiera pasaron diez minutos cuando la puerta volvió a abrirse y en ese momento entró el patrón, seguido del esposo de Isabel y el grito de la señora no se hizo esperar provocando que Hasel se alarmara. Aunque el responsable de la muerte de la adorable Isabel no era el esclavo, el crimen recayó sobre el menor. El patrón lo arrastró a través de la casa y lo sacó a la calle, sólo para llevarlo ante el comisario para ser juzgado o más bien para ser sentenciado sin ninguna consideración.
Esa misma tarde, la población de León de Nagrando volvió a reunirse en la plaza de la ciudad, para ver la ejecución de un muchachito de quince años, acusado de haber asesinado a Isabel Peralta. A pesar de todo, el único pecado del joven Hasel fue haber estado en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
Fue empujado por un guardia hacia la tarima, aquel sitio le había aterrado durante años, desde el día en que Francisco Hernández de Córdoba fue ejecutado en ese mismo lugar, ahora él se encontraba allí, siendo acusado de asesinato. ¿Acaso iba a ser capaz de asesinar a la mujer que amaba? De nada servía quejarse, no tenía nada para defenderse y nadie iba a meter las manos al fuego por él.
Mientras el verdugo preparaba el hacha, el niño ocupaba su lugar frente al tronco en espera del golpe.
    A Dios encomiendo mi alma.
Exclamó el muchacho justo en el momento que el asesino se incorporaba de su asiento acercándose hacia Hasel, sólo escuchó el hacha cortar el aire y luego el frío metal abrirse paso contra su piel, contra sus nervios, sus huesos y la consciencia abandonó su cuerpo.
El dios de la muerte se presentó ante su presencia. Y gentilmente extendió su mano para llevárselo de aquel mundo.
Ahora, Hasel era libre. Por fin era libre.